3. Prueba

23 May, 2011

La noche se cierne sobre ambos, que han proseguido su trayecto sin apenas intercambiar palabras. Si bien han dejado atrás el bosque, el terreno aún está poblado de verde hierba y flores silvestres. A pesar de adivinar el movimiento de conejos y liebres, ni se detienen a cazar ni a descansar, pues de tácito acuerdo anteponen su camino a lo demás, mientras no se vean forzados a detenerse; mas sí se toman un ligerísimo respiro para beber de un riachuelo. De modo que la luna y las estrellas iluminan su viaje, otorgando un fantasmagórico tono azulado a todo lo que sus ojos perciben. No es hasta bien pasada la medianoche cuando deciden detenerse y dormir hasta el alba. Y así lo hacen, y así reanudan su marcha por la primaveral llanura, y así, durante horas, continúan, y así su fuerza de voluntad aún se impone a la lenta pero progresiva mella que causan el hambre y el cansancio.

Finalmente el terreno comienza a elevarse, y la hierba y, especialmente, las flores se hacen notablemente más escasas. E incluso, forzando la vista hacia el horizonte, puede atisbarse la cumbre de una montaña. Sólo entonces, sabiéndose próximo a su destino, Retian se detiene.

-Bien, nos merecemos un descanso –afirma-. Algo que cazar habrá por aquí… ¿y tú no tenías que practicar tu… cosa de matar? –pregunta, dirigiéndole una mirada.

-Lo he intentado, pero… es un arduo trabajo –responde, no sin cierta tristeza-. Dudo de mi capacidad, y de siquiera la posibilidad, de encender sin más la mecha del poder…

-Sigue aplicándote, coño –corta el humano-. Tiene que haber una forma de disparar eso cuando quieras, será cosa de encontrarla.

-Tal vez sea instintivo y deba verme expuesto a un peligro real…-reflexiona.

-Eh, es una buena idea… –le apunta con su espada-. Probemos. De todas formas, no me servirías de una mierda si no pudieras usarlo.

-Pero… –salta hacia atrás para esquivar un tajo-. ¡Dioses, cuidado! Podrías haberme matado con…

Un nuevo ataque le interrumpe.

-Si el peligro no es real, no funcionaría. ¡Venga, defiéndete!

Skold retrocede velozmente. El humano, entrenado para la batalla, le supera en fuerza y agilidad, pero el muchacho consigue ir esquivando los golpes del espadón, gracias al peso del arma. No obstante, es incapaz de invocar su poder.

La estocada de Retian pasa a apenas unos centímetros de su piel. Skold se dispone a alejarse, mas la destreza que el hombre ha adquirido en largos años se impone. Aprovechando el impulso de la arremetida, le agarra de los ropajes con la mano izquierda y lo lanza al suelo. Se acerca a Skold, tal vez con la intención de acabar con su vida si es incapaz de defenderse.

Y entonces Retian siente el miedo.

Un terror visceral le atraviesa, corroe sus entrañas, le hiela la sangre.

Le paraliza.

No puede moverse, no puede gritar.

Sólo puede observar, impotente, cómo el ámbar de los ojos del muchacho se intensifica, se ilumina. Y no ve en ellos ningún sentimiento, ninguna emoción.

Sólo voluntad de matar.

Y una luz plateada nace en la palma de su crispada mano derecha.

Una luz letal, que aumenta de

-¡DETENEOS! –ordena una voz.

La luz desaparece. La mano de Skold se relaja. Sus ojos vuelven a la normalidad. Lentamente, se desvanece el pánico de Retian.

-¿Qué hacéis, humano, portando la espada de un ángel y atacando a un hijo del ocaso?